El peso insoportable de esta moderna picaresca

>LA CORRUPCIÓN, CENTRO DEL DEBATE POLÍTICO

Una tras otra, las informaciones publicadas por EL MUNDO han centrado la atención de la sociedad española en la lacra de la corrupción -con sus variantes: clientelismo, amiguismo, nepotismo- en nuestra vida política. Un debate que parece haber sorprendido en estado de embarazada sorpresa a bastantes medios informativos.

La cuestión, ahora mismo, está en la sensación de haber sido traicionados que los ciudadanos tienen ante tanta pasividad política y ante lo que se ha sabido de Luis Bárcenas. La expresaba así Isabel San Sebastián en ABC: «No fue un contrato escrito pero sí un compromiso implícito. El PP fue aupado a la victoria para sacar a España del agujero económico, plantar cara al nacionalismo victimista y chantajista, que tanto daño hace a nuestra credibilidad con sus llamamientos constantes a la sedición, y acabar definitivamente con el terrorismo. Ninguno de esos tres objetivos está cerca de alcanzarse y en los tres incide muy negativamente el hedor que desprenden los millones del ex tesorero».

Pero, en el mismo periódico, Mayte Alcaraz se centraba en la proverbial mano negra: «Un país al límite cuya vulnerabilidad es tal que tiene sometidas a sus dos más altas magistraturas a las prácticas mafiosas de dos cacos, prestos a sacar del cajón del chantaje sus desahogadas tácticas de presión».

Como era de esperar, El País veía al PP como el malo de la película, aunque admitía con la boca pequeña, en un editorial, que alguna vez han incurrido otros en el pecado: «Unos 200 políticos, principalmente conservadores, pero también socialistas o nacionalistas catalanes, están implicados en investigaciones por conductas relacionadas con la corrupción o el delito fiscal. Cortar esa escalada exige medidas contundentes».

¿Qué medidas? Albert Sáez, en El Periódico, proponía soluciones: «Es el momento de poner remedio: gastar menos, aumentar las subvenciones públicas, hacer transparentes los concursos públicos...». ¿Aumentar las subvenciones, dice usted? (Claro: eso lo publicó antes de salir a la luz la pareja Carlos Mulas-Amy Martin). Por su parte, Joaquín Marco proponía, en La Razón: «Faltan en este país aquellos rasgos de transparencia que hubieran debido llegar desde fuera de los partidos, mediante leyes que incrementaran la visibilidad de sus actuaciones». ¿Leyes adoptadas sin intervención de los partidos políticos?

Un editorial de El Periódico se mostraba más que escéptico: «Es difícil saber si este monumental escándalo (...) servirá de algo en la lucha contra la corrupción. Otro caso tan importante como éste, el de Filesa, sobre la financiación irregular del PSOE, no sirvió de nada». (Curiosa mención por parte del periódico que primero dispuso antaño de información sobre Filesa… y no la publicó. Tuvo que ser, cómo no, EL MUNDO el que lo hiciese).

El mal no es sólo político, concluía Jaume Badia, también en El Periódico: «El problema de fondo, más que la financiación de los partidos, es la descomposición putrefacta que afecta transversalmente a la sociedad, causada por una plaga de delincuentes de cuello blanco».